Cuando hace ya unos meses empezaron a aparecer las primeras imágenes de "El maquinista", aficionados y comentaristas de todo tipo no podían dejar de mostrar su asombro por el esquelético, cadavérico look que mostraba su protagonista, un Christian Bale con treinta kilos de menos perdidos expresamente para este papel que se asemejaba más, con su rostro demacrado y sufriente y sus huesos pegados a la piel, a un superviviente de un campo de concentración, a un sobrecogedor espectro, que a aquel musculoso y desequilibrado yuppy de "American psycho" por el que muchos le recordábamos. El anuncio de este nuevo relato de terror de corte psicológico tenía, además de este fascinante gancho, el atractivo de estar dirigido por Brad Anderson, un realizador que apenas unos años antes nos había regalado "Session 9", una más que interesante película de inquietante atmósfera e impactante resolución que ya ganó el premio al Mejor Director en el Festival de Sitges, un festival que ha distinguido en su última edición "El maquinista" con sendos premios a la Mejor Fotografía para Xavi Giménez y a la Mejor Interpretación Masculina para Christian Bale.
"El maquinista" es una película sobre el poder del subconsciente, un paseo alucinado por la mente de Trevor, el atormentado protagonista de la historia, un operario que lleva según confesión propia casi un año sin dormir y al que esa desesperada situación le ha llevado a un progresivo declive físico y mental cuyos efectos son perfectamente visi-bles. Trevor parece sufrir de alucinaciones, vive en un perpetuo estado entre la vigilia y el sueño y sus obsesiones, sus recuerdos y sus percepciones parecen estar en continua confusión en una vida que más parece una pesadilla sin fin. Desde ese punto de vista podría afirmarse que "El maquinista" es una película cuyas claves se insertan en el género del terror psicológico y más concretamente en aquellas historias en las que se juega con la dualidad entre lo vivido y lo soñado, entre lo real y lo simplemente percibido por una mente en la que no se sabe muy bien a ciencia cierta si se puede confiar. En realidad no nos hallamos muy lejos de los territorios que Anderson ya explorara con su anterior película "Session 9": el espectador ve la realidad a través de los ojos de Trevor, lo que le lleva a cuestionarse continuamente la verosimilitud de lo que percibe, más cuando progresivamente al protagonista le van sucediendo cosas cada vez más inexplicables y su paranoia va en aumento, viendo enemigos por todas partes y persiguiendo a personajes esquivos.
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