Son anónimos. Nadie les conoce. Incluso en el pequeño entorno en el que se mueven han sentido como algunas miradas de los que les conocen les evitan. Su círculo de diálogo, de discusión, de posible comprensión es cada vez más reducido. Desde primera hora de la mañana, en cuanto pasan por la calle para ir a trabajar, dos escoltas les acompañan. Cuando acaban su trabajo, llegan al portal de su casa y su último gesto es de despedida a los que protegen su vida hasta mañana. Cinco actores reales, anónimos. Su vida, larga en unos casos, corta en otros. Su familia, sus recuerdos, sus ilusiones. Su terrible experiencia de vivir perseguidos.
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