A principios de los años 40, un joven y ambicioso actor y director llamado Orson Welles, contratado por los estudios RKO, decidió hacer una película inspirándose en el poderoso magnate de la comunicación William Randolph Hearst. El proyecto, que se catalogó como RKO 281, se acabó convirtiendo en Ciudadano Kane. Una incursión a los entresijos del gran Hollywood para conocer los conflictos en la gestación de uno de los grandes clásicos del siglo XX. La creación de un mito y un duelo de titanes que tenían mucho en común y a los que enfrentó una película.
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