Esta es la historia de dos mujeres, de dos putas, de dos princesas. Una de ellas se llama Caye, tiene casi treinta años, el flequillo de peluquería y un atractivo discutible, de barrio. Zulema es una princesa desterrada, dulce y oscura, que vive a diario el exilio forzoso de la desesperación. Cuando se conocen están en lugares diferentes, casi enfrentados: son muchas las chicas aquí que ven con recelo la llegada de inmigrantes a la prostitución. Caye y Zulema no tardan en comprender que, aunque a cierta distancia, las dos caminan por la misma cuerda floja. De su complicidad nace esta historia. Su imprevista amistad les dará a las dos un refugio temporal, una habitación soleada, compartida, en la que sentarse a conversar con desacostumbrada ternura y reírse, ajenas a todo, tranquilas; como si afuera hubieran dejado hoy la culpa y los pasos en falso; como si el tiempo aquí, por verlas mejor, pasara más despacio junto a ellas.
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